Encontraran aquí distintos documentos que aportan una mirada profundizada sobre las múltiples dimensiones de las asambleas de ciudadanos. Los documentos están disponibles en tres idiomas y organizados en función de tres temas :
1. Relaciones entre las asambleas y diálogo de los facilitateurs
2. Desafíos, métodos y retos de las asambleas de ciudadanos
3. Historia y construcción social de las asambleas
Palabras preliminares de Gustavo Marin en el encuentro de coordinadores de asambleas ciudadanas en París el 11 y 12 de mayo de 2010.
Hace dos años, en junio de 2008 en este mismo salón de la Fundación Charles Léopold Mayer, nos dijimos « pongamos en marcha esta idea de asamblea ciudadana en diferentes regiones del mundo» (ver el informe de la reunión). Mientras tanto, si se observa cómo evolucionó el mundo desde 2008, lo menos que se puede decir es que el mundo cambió muy rápida y profundamente. Veíamos ya venir la crisis y las crisis, sin embargo la crisis económica y financiera se desencadenó realmente a partir de septiembre de 2008. Esta no se hizo sentir con la misma fuerza en países como la India u otros países del sur donde los amortiguadores sociales son más consistentes, sino que afecta fuertemente los países llamados avanzados: Europa, Estados Unidos, Japón, que sufren de una crisis económica y financiera como nunca antes en la historia del capitalismo. Algunos dicen que es tan fuerte como la de los años 1930 y 1940. Golpéo en todos lados y en especial a los sectores más pobres. Las estimaciones llevan a 100 millones el número de nuevos pobres que han aparecido en los países más vulnerables del planeta.
En esa época, cuando se hablaba de la situación actual y de los fundamentos de las asambleas ciudadanas, ya nos encontrábamos en situación de crisis. Incluso yendo más atrás, antes de septiembre de 2008, ya estábamos en período de crisis. Algunos historiadores y geopolíticos lo mencionan como el elemento de una crisis más amplia y subterránea. En efecto, están produciéndose cambios profundos en las relaciones hombre – mujer, en las relaciones entre la humanidad y la biosfera y sobre todo en la relación entre las propias sociedades. Algunos dicen que esta imbricación compleja de crisis es en el fondo el síntoma de una crisis de civilización y que no se trata sólo de una crisis del capitalismo. Está claro que no estamos frente a cambios puramente económicos o políticos. Cambios éticos, alteraciones de la relación entre los seres humanos y cambios sistémicos son cuestiones de debate actual.
Algunos hablan de la caída del muro de Berlín de 1989 como el punto de bifurcación histórica, otros evocan el fin del Apartheid con la elección presidencial de Mandela en Sudáfrica en 1994. Para los estadounidenses, son los atentados de Nueva York en 2001 los que se dejaron su marca en la sociedad. Para los chilenos, el 11 de septiembre de 1973 fue la fecha que cambió nuestras vidas y de algún modo las de todo un pueblo. Más lejos aún, Antonio Gramsci, prisionero del régimen fascista italiano del período entre guerras, había escrito en sus cuadernos: "El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, y en ese claroscuro surgen los monstruos". Nosotros podríamos retomar la misma idea hoy. Atravesamos zonas de turbulencia y de cambios rápidos, dentro de un largo período de transición y de profundas mutaciones que va a durar aún varias décadas.
¿Acaso estamos a bordo de un Titanic? Si es así, la cuestión que se plantea es saber si ya hemos chocado contra el iceberg o si nos acercamos a él inexorablemente. Más allá de la imagen, lo importante es ver que las asambleas ciudadanas tienen una ambición más amplia. En estos largos procesos de transición en los que nos encontramos, debemos inventar a la vez una nueva economía, un nuevo sistema político y una nueva forma de convivencia. Este horizonte coincide con el de la Fundación Charles Léopold Mayer, cuyo objetivo principal es imaginar, buscar, contribuir a generar las condiciones de construcción de una comunidad mundial.
En la perspectiva de esta arquitectura por construir, los ciudadanos constatan que los cimientos actuales no resisten. La arquitectura construida desde hace tres siglos está por lo menos inadaptada a los desafíos del mundo contemporáneo. El trípode Estado-nación, relaciones entre Estados y Naciones Unidas es impotente. Por otro lado es chocante constatar la ausencia de la Secretaría de las Naciones Unidas ante la crisis económica y financiera actual. El sistema político de los Estados y de los partidos es por cierto impotente, pero todavía es imponente e importante. Se ha tratado de reorganizar esos Estados, pasando del G7 al G8, luego del G8 al G20, pero tampoco el G20 logra enfrentar los cambios. Por lo tanto, vemos claramente que debemos rediseñar la arquitectura del poder y de la gobernanza a escala nacional, regional y mundial.
Hemos vivido desde hace unos veinte años en este período de transición - ciertos analistas mencionan las manifestaciones de Seattle en 1999 ; otros, el llamado de los zapatistas en 1994, o incluso los foros sociales mundiales inaugurados en 2001, el surgimiento de redes, organizaciones, alianzas ciudadanas que buscan retomar poder sobre los desafíos y su destino colectivo. Sin embargo, aun cuando las iniciativas y los movimientos sociales siguen siendo poderosos, continúan estando dispersos, desparramados, creando eventos puntuales y fuertes pero no lo suficientemente continuos y consistentes. Fue justamente ese contexto el que dio lugar a la idea de asamblea ciudadana.
Su nacimiento remonta a los años 1992 y 1993, cuando había sido lanzada la plataforma por un mundo responsable y solidario a partir de los encuentros preparatorios de Santiago de Chile, de Montreal, de Atenas, de Ouagadougou, de Shekou – ciudad china de rápido crecimiento ubicada frente a Hong-Kong, donde Deng Xiaoping había lanzado el slogan « Chinos, enriquézcanse... poco importa el color del gato, siempre y cuando atrape los ratones ». Luego en 1995, a la hora de la Cumbre social de Copenhague, habíamos organizado encuentros en Pekin, Rio, París y Ciudad del Cabo en Sudáfrica. De allí surgió una Alianza mundial contra el apartheid social. En 1997, se organizaron siete encuentros continentales: en Bangalore, Argel, Barcelona, Kigali, Beyrut para terminar en un gran encuentro en San Pablo, Brasil, en diciembre de 1997. Algunos organizadores del Foro social mundial, Candido Grysbowski y Chico Whitaker, organizaban además talleres. Finalmente, más tarde, en junio de 2001, organizamos cuatro encuentros continentales en Rumania, Líbano, Bangalore, Quito previamente a la asamblea mundial ciudadana de Lille de diciembre de 2001. Al término de esta asamblea se propuso organizar asambleas regionales ciudadanas. Esta convocatoria acompañaba a la de crear alianzas ciudadanas, redes socioprofesionales, procesos de diálogo de sociedad a sociedad y la promoción internacional de una carta de responsabilidades humanas.
Sólo pocos años más tarde estuvimos en condiciones de retomar esta convocatoria de organizar asambleas ciudadanas. Estas surgieron como resultado del proceso que está en marcha en diferentes regiones del mundo. Se trata de reuniones no efímeras, consistentes y sólidas de ciudadanas y ciudadanos, arraigadas en territorios que van más allá de las fronteras estatales, construidas alrededor de temáticas esenciales de su región y con un enfoque eminentemente multiprofesional, es decir con una diversidad de actores (campesinos, militares, investigadores, empresas, sindicatos, mujeres, jóvenes, ONG, etc.). Constituyen tentativas por enraizar la construcción de la arquitectura de una nueva gobernanza mundial sobre nuevos cimientos, permitiendo el encuentro de ciudadanos, de redes, de conceptos para una nueva gobernanza mundial. Sin duda podemos discutir sobre el nombre que se le ha asignado: asamblea ciudadana, asamblea popular o agrupamiento social… poco importa. Pero algo sí es seguro e cierto : debemos inventar y producir desde ahora espacios consistentes, nuevos y sólidos donde los ciudadanos puedan reforzarse a sí mismos.
Esta idea de asamblea ciudadana está implementada desde hace ya dos años. No es exclusiva, en absoluto. Todos aquellos que pretenden movilizar gente detrás o según el mismo modelo van por el camino equivocado. Incluso los organizadores del Foro social mundial reconocen que el foro social no es más que una de las expresiones de una nueva dinámica social. Hay y habrá una diversidad de dinámicas sociales según geometrías y ritmos variables. Lo importante es hacer que éstas se produzcan. Entonces, ¿hasta dónde iremos con las asambleas ciudadanas? Justamente. Lo esencial es continuar haciendo camino... sabiendo que el futuro será diferente del que nos imaginamos hoy. El futuro es imprevisible, por cierto, pero nuestra aventura tiene sentido. En esta época que nos tocó vivir y sobrevivir, no tenemos ninguna certeza sobre cuándo llegará a su fin la estructura actual del poder mundial y seguramente lo que pasará después será diferente de lo que imaginamos hoy, pero aquellos de nosotros que continuemos el camino en busca de una mundialización humanista, asumimos la responsabilidad de construir desde ahora otro mundo, un mundo más justo, más responsable, plural y solidario.